Eso de tener vacaciones a fin de año ofrece, entre otras, la ventaja de poder ir todos los días al supermercado. Aunque sea nomás a mirar porque, como dice Jean Domette, “lo que está pasando en el mundo, se refleja en el anaquel”. Y es muy cierto. Hubo una época, no hace mucho, en que las revistas en general tenían un sitio muy a propósito dentro de las tiendas de autoservicio: en la fila de las cajas registradoras en donde, mientras esperaba uno su turno para pagar, había chance de hojear y ojear dos que tres ejemplares. Y así, ya picado en la lectura y los contenidos, se seguía uno leyendo la revista que finalmente se compraba.
Esa práctica hizo la popularidad de Tele Guía, Vanidades, TV Novelas, Selecciones y otros títulos de las que no me es posible acordarme: fueron tantos que la memoria no me alcanza. Y así fue la historia mientras el producto-revista fue un buen negocio para los autoservicios. Hasta que sucedieron dos cosas igualmente fatídicas para el medio revistas: por un lado surgió todo lo digital y por el otro los editores, en el colmo del apendeje, no hicieron NADA para conservar a su público y cada día fueron perdiendo más lectores. Y más ventas, que es lo que más nos entristecen a los fans de la palabra impresa.
Así las cosas, durante la última semana de diciembre de 2020, en WalMart, que es la cadena líder, en ese lugar preponderante y antes de las cajas se colocó ahora a los refrigeradores de Coca–Cola y sus líneas de otros refrescos, en un 90%. Porque el resto, por no dejar, hubo algunas líneas de bebidas alcohólicas, como Bacardí, por ejemplo. Y las revistas fueron enviadas a los centrales, junto a la ropa, en donde lo más seguro es que cada día se vendan menos.
¿Será que las revistas impresas están condenadas a la extinción? A mí me parece que no porque, como siempre, hay excepciones que confirman la regla: como Selecciones por ejemplo, que cada día se vende más en el kiosco y ya recuperó el liderazgo que tenía como la revista con más suscripciones, en los hogares, en México. El chiste es que los editores, entre ellos Televisa Revistas, tienen que hacer su luchita y no estar esperando que las cosas se les compongan por si solas.
Por cierto: ya es un secreto a voces que Televisa quiere vender sus revistas porque los gastos nomas ya no le salen. Le está pasando lo mismo que ya le pasó con la televisión abierta por creer que la gente, por el simple hecho de serlo, se traga cualquier porquería. Lo malo es que la gente de Emilio Azcarraga ya lleva más de un año tratando de vender esa parte de sus “negocios” y no hay nadie a quien le interesen tantos títulos en decadencia… ¿sabes tú de alguno, querido lector?