Conforme a las políticas comerciales en práctica en el cine mundial, cinta que en una semana no agota el 60% del boletaje disponible en taquillas, de manera automática es sustituida por otro estreno.
Solo que, como consecuencia del cierre por cuarentena, muchos filmes de mediana calidad aún no han podido ser estrenados. Y detrás de ellos vienen muchos otros, buenos, malos y regulares, a las que les urge ser estrenados para recuperar su inversión. Y todavía hay muchas otras producci0nes, en proceso, que van a tener que retomarse muy pronto para que sean negocio. O al menos para no perder.
O sea que las presiones son muchas y no se tiene la certeza de que el público vaya a responder como se espera. De ahí que alguien haya sugerido que el porcentaje de venta mínimo en taquilla se suba del 60 al 70%. Y hay quien habla incluso del 75%.
Con la bola de porquerías que la TV abierta rellenó, sin el más mínimo pudor, sus pantallas durante la cuarentena, es lógico suponer que el auditorio, harto de tanta mierda, llene las salas cinematográficas al concluir el encierro. Lo cual representa para las cadenas una inusual oportunidad, tal vez única en la vida, para crear una nueva generación de cinéfilos, ya que se espera que sean los jóvenes quienes se dejen llevar más por esa tendencia. Y cuando se apaguen las luces de la sala todos estaremos atentos: ávidos de ver, admirar y recordar a los buenos anuncios que ahí se exhiban y que deberán ser de una calidad y creatividad muy superior a lo que se ha visto durante los últimos tres meses, en las pantallas chicas.
¿Entonces los publicistas creativos en verdad están preparados para aprovechar esta coyuntura? Porque, antes de llegar hasta donde nos ha llevado esta reflexión, hay que señalar que existe un eslabón más, tal vez el más importante de la cadena, cuya función será llevar al público a los cines: nos referimos a la publicidad exterior, en general, en forma de anuncios espectaculares. Y hablamos, en lo particular, de “los medios de aproximación en la vía pública”, de aquellos que por ubicarse en ciertos vecindarios, son ideales para llevar a la gente al cine que le quede más cerca.
Medios como vallas, paraderos de autobuses, casetas telefónicas, buzones y otros muchos que se complementan con el transporte urbano. O sea que a la publicidad mexicana se le viene una buena oportunidad, no solo para trabajar y ganar más, (para reponerse de la contingencia), sino hasta para cambiar los hábitos del auditorio.
¿Estás listo, querido lector?