Supongamos por un instante que lo nuestro es el futbol y que tenemos un equipo de primer mundo, en donde la estrella es Pelé: estoy seguro de que el día que nuestro crack se retirara de la actividad, el equipo tendría la obligación de hacerle una gran despedida, como agradecimiento a lo mucho que él hizo por la institución.
Eso acaba de pasar con Carlos Vaca y BBDO y la corporación prácticamente manejó las cosas a la sorda.
Carlos hizo, a mediados de la década de los ochenta, la más exitosa promoción de aquella época, la de los Pepsilindros que vendió decenas de millones de esos vasos y que no se ha vuelto a repetir en cuanto a su éxito.
Si hay que colocar el nombre de Carlos Vaca junto a los otros grandes en la historia de la creatividad de todo el mundo y de todas las épocas, adelante, el señor es un grande y se lo merece. Porque muy pocos pueden presumir que una de sus campañas, una sola, vendió millones y millones.
En lugar de eso, después de décadas de servir a su corporativo con eficiencia y lealtad, un buen día el Sr. Vaca renunció, recogió sus cosas y descolgó de la pared de su oficina el pergamino de Looney Tunes por haber creado la mencionada campaña y se alejó con él bajo el brazo.
Habrá quien diga que no está mal pero, al menos a mí no me parece justo por lo que te recomiendo leer la historia completa, con pelos y señales, lector querido, en el libro de “El Siglo de 101 Años…”.
Si la publicidad mexicana no cuenta con las debidas leyendas por sus hombres y sus campañas es porque se nos ha olvidado cacarearlas.
Basta ya. Porque de que las hay, las hay.