A lo largo de estos últimos años me he vuelto un asiduo asistente a los Jueves de Creadores que de cuando en cuando organiza José Alberto Terán en las oficinas de Terán TBWA. Y voy porque ahí se aprende mucho: sobre todo a ser humilde porque, siempre, siempre, hay alguien más creativo que uno. Eso ahí se conoce y reconoce.
Sólo que en esta ocasión, sólo por esta vez, el jueves se convirtió en miércoles por compromisos del conferenciante: el miércoles 16/08/17, a las 19 hs., con la casa llena a reventar, Víctor Trujillo nos dio a todos los asistentes, (yo calculo que éramos más de 350 personas), una gran lección a todos.
Y dado que sería muy complicado escribir este artículo en tercera persona, con la venia de nuestros tres o cuatro lectores, lo haré en primera del singular, tal y como lo escuchamos de la boca del actor quien, por cierto, acudió al evento acompañado de una de sus hijas.
“Yo nací en la CDMX un 1961 y tuve la fortuna de hacer mi educación básica, primaría y secundaría, en el Colegio Alemán. Pero no vayan ustedes a creer que lo hice porque era rico: lo que pasa es que mi abuelo era el sastre de esa escuela y le pagaban los uniformes de todo tipo, parte en intercambio con lo que mi padre, mis tíos y mis hermanos y yo pudimos asistir a un buen colegio.
Pero, ¡oh paradoja! vivíamos en Portales donde rifaba la banda de los Nazis que tiro por viaje escenificaba unas tremendas madrizas contra alguna pandilla rival… ¡y en mi calle! Por lo que mis hermanos y yo veíamos cruentas batallas ahora sí que desde la comodidad de nuestras azoteas.
A mí se me dio desde muy niño lo de la actuación y pronto empecé a acudir a las estaciones de radio para pedir un trabajo que me dijeron que sí, que sí me lo daban si tenía yo mi licencia de locutor. Y como había ido yo a una buena escuela, no me fue difícil obtenerla: el día que hice mis exámenes nos presentamos 300 aspirantes y solo obtuvimos la licencia dos de ellos, Abraham Zabludowzky y yo.
Pero ya con eso de inmediato empecé a trabajar en la radio e hice muchos comerciales, con lo que aprendí que no hay cosa más funesta que los clientes; te hacen repetir infinidad de tomas nomás por inseguros. Recuerdo que una vez uno de ellos me pidió hacer el comercial en un tono “informativo comercial”.
De los comerciales pasé a las radionovelas y de éstas al teatro y al cabaret. Me ayudó mucho el que sólo asistí a la universidad en calidad de mandadero: como me expulsaron del Alemán en preparatoria y luego, luego entre a trabajar, pronto me hice novio de la que después fue mi esposa e iba yo diario a recogerla a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ella sí es licenciada en teatro. Y colaboré mucho en el teatro universitario en obras clásicas, en donde aprendí mucho de los grandes maestros como Ignacio López Tarso. Y también hice mucho doblaje.
Del bar Miau y del bar Guau pasamos Ausencio Cruz y yo a IMEVISION con un programa al que titulamos La Caravana y que duró cuatro años con mucho éxito… pero con una censura terrible por parte de la Secretaría de Gobernación que a cada rato nos quería decir cual cosa.
Por ejemplo, en ese entonces el sida estaba en su apogeo y Gobernación no quería que mencionáramos en el programa la palabra condón dizque “para no ofender a las buenas costumbres”. Y si lo hacíamos, tenía que ser poquito para que nadie se ofendiera. Todo eso, creo yo, nos ha hecho un país cursi, en el que todos somos hijos del melodrama. Y luego, cuando caes en cuenta que tus primeros 30 años recibiste una mala educación, te pasas los siguientes 30 reaprendiendo para ser útil a la sociedad y aplicando los últimos 20 años de tu vida esos nuevos conocimientos.
De entre las anécdotas que guardo de la Caravana está una cuando trabajábamos a la par de Jorge Camil en IMEVISION: si a él llegaban y le decían que tal o cual escena habría que cambiarla porque no había una cama de utilería, él sacaba el dinero de su bolsa y le decía al staff “cómprala”.
A lo que yo comentaba:
– Oye, no hagas eso, me haces quedar a mi mal, como titular de otro programa –le dije.
– Entonces que comprendas –me respondió sacando más dinero.
Luego, como no nos permitían decir casi nada que afectara a la clase política mexicana de la época, inventamos hacerlo en sentido figurado inventando a un país, al que llamamos Menjanbronía (por menjambrea), donde sucedía todo lo criticable que también pasa en México.
¿Y qué creen que pasó…?
Que una de las censoras de Gobernación nos pidió que retiráramos los sketches porque “se podían molestar las personas de la embajada de Menjanbronía y había que ser diplomático en el manejo de nuestros programas”… ¡verídico!
Fue por esos años cuando creé a Brozo ante la necesidad de contar con un personaje que, en el cabaret, apareciera en escena al filo de las dos de la mañana, ya cerca de la hora de cerrar y cuando el respetable ya llevaba cuatro horas, en promedio, de estar chupando. En una circunstancia así ya estás como en un cuento de niños en que el ogro se murió y colorín colorado.
Entonces yo salía, me paraba en el escenario sin decir nada poniendo cara de pendejo y luego se las soltaba
-La cosa está de la chingada y se va a poner peor, cabrones –les decía. Y por ahí me seguía con un monólogo muy ocurrente de entre 7 y 8 minutos. Y tuvo mucho éxito. Tanto que también llevé al personaje a La Caravana. Y luego, a mi esposa se le ocurrió que cabía la posibilidad de que Brozo, que es un desmadre, diera las noticias serias en un estilo relajiento que contrastaría en todo con la serenidad de Zabludowsky y compañía. Y le fuimos a proponerle la idea a Don Paco Ibarra, justo al día siguiente de cuando mataron a Colosio.
Se tardó como seis meses en decirnos que sí y abrimos un espacio, pero el programa fue un éxito y duró más de 20 años al aire. Mucho del éxito de Brozo se basa en que es un personaje muy bien creado y mejor diseñado: nació payaso porque a su mamá le encantaban los payasos de circo y le anduvo dando vuelo a la hilacha con siete de ellos hasta que tuvo a Brozo, quien odia a los niños, es alcohólico y le encanta el desmadre. Y es vulgar. No le queda otra más que ser payaso y no lo esconde.
Aprovecho para agradecer a Televisa por no habernos censurado nunca nada: y miren que balconeamos a todos los políticos de todos los partidos. Y seguimos igual que siempre: ya no hay para dónde hacerse y el pueblo está harto.
Considero que toda mi vida he sido creativo porque el asistir al colegio Alemán mientras vivía en Portales me dio un rango muy grande de vivencias. Hay veces que vale la pena no nacer, pero no creo que haya sido mi caso. Me ufano de que con mi trabajo y el de mis compañeros le hicimos un hueco al honor nacional.
Siempre he vivido haciendo lo que me gusta: de no ser así habría tenido que trabajar. Sin embargo, creo que mi mayor mérito ha estado siempre en no hacer simples chistes nomas porque sí; en darle un sentido y un concepto creativo a lo que digo. No es que trabaje de creativo, más bien soy creativo. Y vivo como tal”, concluyó el Sr. Trujillo en medio de atronadores vivas y aplausos.
Digo, a ver cuándo nos vuelven a invitar a otro Jueves de Creadores. No se olviden de los cuates.