Uno de los primeros escándalos protagonizados por Carlos Slim en la publicidad mexicana sucedió cuando el magnate compró a Sanborns y mandó llamar al director de la agencia, que recién había tomado la cuenta hacía menos de un mes. Y le espetó:
“-Si quiere usted seguir trabajando para nosotros tiene que cobrarnos una comisión del 7.5% en lugar del 15% acordada ya que eso, el 7.5%, es lo que me cobra otra agencia, de nombre Alazraki y Asociados-“, dijo el Rey Midas de la telefonía.
Sólo que a quien se lo dijo fue a Carlos Arouesty Robert, uno de los más escandalosos publicistas del siglo pasado, quien puso el grito en el cielo e hizo saber a todo México la tacañería del ingeniero.
Y, bueno, desde entonces el tiempo le dio la razón a Arouesty ya que, en general, de 30 años a la fecha la publicidad de Telmex y demás empresas del grupo, incluido Telcel, ha sido bastante mediocre, como corresponde a cualquier monopolio que hace publicidad más bien por obligación que por necesidad.
Prueba de ello es ahora la ilustración que ilustra (valga la redundancia), a esta nota, con la que el Grupo Carso pretende vendernos el Gran Premio de Fórmula 1 México 2017, que más bien parece hecha por algún alumno de tercer grado de primaria de la escuela Defensores de la República, de la colonia Escandón de esta capital. Se nota que el dibujo es perfecto y de una gran calidad artística, pero la idea es de una ñoñería insultante y por entero falta de buen gusto.
En ella vemos a un moderno conductor de una cuadriga, (en versión libre), quien esgrime un látigo para acicatear a una serpiente emplumada que arrastra un auto de carreras fórmula 1… ¡con los colores de la bandera mexicana, por Dios!
Suplico a mis tres o cuatro lectores el que me perdonen el ya no poder derramar más lágrimas, pero mis ojos se han secado por los ataques de risa loca que me dan siempre que veo el engendro en cuestión. A eso le llama la gente educada de México “enseñar el cobre”.
La educación no se compra se adquiere con años de estudio, de lectura y de cultura que, nos queda claro, el Grupo Carso o no tiene, o se sigue inclinando más por el billete, (no hombre… ¿de veras?)
Todo lo cual viene a confirmar la idea que ya teníamos del Gran Premio de México: un evento irrealmente absurdo, al que nuestra clase pudiente asiste no porque le guste las carreras, sino para dejarse ver en un ambiente por demás chic y cachetón… ¡qué me importan los ganadores, el chiste es que me vean!