Hace unos días alguien me mostró un nido de colibrí con la leyenda “estos son los segundos huevos más chicos del mundo: los primeros son los de AMLO”.
López Obrador insiste en echarle la culpa de todo a las administraciones pasadas, pero después de seis meses eso ya no cabe: al señor lo elegimos para dar soluciones, no para buscar culpables. Si sabía que no iba a poder con la chamba no la hubiera aceptado. Y punto.
La verdad es que López Obrador no sabe nada de nada: todo le sale mal o no le sale. Y entonces, cual Cantinflas de cuarta, habla, habla y habla sin que los problemas se resuelvan.
Lo sucedido en Culiacán nos deja una clara lección a toda la ciudadanía: la guerra contra el narco está perdida. De nada ha servido que nos hayamos sacrificado tanto o que haya habido tantas muertes en vano. Ya perdimos.