En el momento en que a diario aparecen críticas por doquier culpando a la empresa de ser una de las grandes promotoras de la obesidad de los mexicanos y en particular de los niños de este país, Bimbo se atreve a lanzar al mercado un producto que es puro migajón. Y punto.
Sus defensores podrían decir misa, pero el producto luce como el engordador por excelencia y, por ende, dañino. Y luego lo lanzan con una campaña de TV que es la cumbre de la irresponsabilidad y la frivolidad: con un comercial similar a otros 14 que hay al aire en estos momentos y con un jingle con un texto sin métrica ni prosodia lo que lo hace imposible de cuadrar musicalmente.
Por lo mismo, ni quién lo recuerde. La pregunta que quema es: ¿quién hizo semejante bodrio… fue Vector… y qué clase de cliente incompetente lo aprobó?
Durante décadas, más bien durante casi un siglo, Bimbo se caracterizó por ser un anunciante ultra-conservador, lo que hace difícil servirle de manera creativa, con eficiencia. Pero ahora sí se pasó de la raya porque Bimbo Sin Orillas está fuera de lugar. Y su campaña es una burla para todas las madres mexicanas preocupadas por la gordura de sus hijos.
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