De acuerdo a estadísticas por entero confiables, en estos momentos el auditorio está condenado a tener que tragarse cuantas porquerías programan todos los canales de la televisión abierta y algunos de paga porque no hay de otra: es eso o agarrarse del chongo con su pareja.
Entonces, las televisoras se las creen y nos dicen “no, pues si estoy muy bien, todos me ven, mis ratings andan por las nubes”. Los necios no se dan cuenta del daño que se están haciendo así mismos. En lugar de hacer una promoción, con regalos para el público a fin de convertir a ese auditorio temporal en un fiel seguidor, todos los canales siguen repitiendo sus mismos bodrios. Con que rifaran entre el público viajes a Acapulco, ahora que todos estamos encerrados por el coronavirus, la iban a hacer mortal.
Pero nada: a veces pienso sino los concesionarios de la TV abierta actúan con toda premeditación, alevosía y ventaja para seguir produciendo puras cosas mediocres. Porque… ¿qué va a pasar después? Los señores van a disponer de un ingreso extra, por arriba de los 10 mil millones de pesos por concepto de los “tiempos oficiales” que ya el gobierno los cedió y con toda la conchudez del mundo se embolsan esa lana en lugar de invertirlo en contenido.
Porque ahorita, con eso de que se cancelaron las producciones, todas la empresas productoras están que aúllan por falta de trabajo: todo mundo, son miles, los que tienen por ahí guardado, en el cajón del escritorio, un guion o un proyecto para producir una serie, una película, un documental… ¡qué sé yo! Y muchos de esos proyectos son de primerísima calidad, que incluso han sido galardonados pero ahí están, esperando que se les haga justicia.
Y ahora que hay tiempo, dinero y talento, los canales optan por más pan con lo mismo; con seguir instalados en su confort, sin darse cuenta de que, cuando la cuarentena termine, el público va a salir a la calle sediento de otra cosa: qué ganas de ir a comer a una cantina, me cae. Pero, antes de que eso suceda, en la mayoría de los lugares las personas van a apagar la TV. Y quién sabe si la vuelvan a prender.