Usemos nuestra imaginación y ubiquémonos en un día de trabajo cualquiera, en una oficina de gobierno y a mediados del sexenio de Enrique Peña Nieto: en dicho día se lleva a cabo el ejercicio de presentar a la dirección de una equis secretaría el presupuesto de publicidad y comunicación que la institución del caso va a ejercer. Al punto, cabe recordar que fue durante el gobierno de EPN cuando más presupuesto se destinó a dicho rubro de comunicación social: fueron miles de millones de dólares, no solo pesos, los que se gastaron en objetivos no del todo claros. Y para nada.
Pero volvamos al principio de nuestra historia y a la secretaría donde se va a discutir el presupuesto del año: los funcionarios se muestran nerviosos porque, esa misma mañana, se recibió una orden de Los Pinos indicando que, de acuerdo a nuevos protocoles, a la reunión del día asistirá un funcionario de la presidencia para checar que “todo salga bien”. Y, bueno, cuando van justo a la mitad de la junta se aparece el invitado inesperado: no es un hombre. Es una mujer que debe andar en sus cuarenta, de buen ver, guapa y elegante. Con una autoridad, que raya en la prepotencia y que desarma a cualquiera. La señora dice llamarse Alejandra Lagunes Soto Ruiz, es egresada de la carrera de comunicación de la Ibero y en ese entonces era la titular de la Dirección de Estrategia Digital de la presidencia. Después de ver selecciones, estrategias y demás recursos de medios, la Sra. Alejandra dice:
-Me parece bien el trabajo, pero los medios a contratar serán los definidos por mi gente y por mí, conforme a las tarifas que ya negociamos. Así, el plan detallado les será enviado en unos días para que ustedes lo ejecuten, pero conforme a nuestras instrucciones…- asevera Lagunes para poner las cosas en su lugar.
Uno de los funcionarios de la secretaría protesta:
-Perdón, pero a nosotros se nos pidió un trabajo bastante claro y específico y así lo hicimos. Y ahora, después de meses de trabajo, se nos viene a decir que nos hagamos a un lado… ¿por órdenes de quién?- pregunta a quien vamos a bautizar como a Gutierritos para no perjudicarlo.
-No hay nada que discutir, las órdenes vienen de arriba y se tienen que acatar- dice doña Alex.
-¿De qué tan arriba?- vuelve a cuestionar el necio de Gutierritos.
-De hasta mero arriba- dice Lagunes quien se levanta y se despide no sin antes ordenar que, a partir de dese momento, su gente se encargará del seguimiento necesario. Y colorin, colorado.
La escena anterior, que podría parecer salida de alguna telenovela es totalmente cierta y se repitió cientos, sino es que miles, de veces durante el sexenio de EPN: convertida en la ultra-favorita del presidente, la Sra. Lagunes dispuso de cuanto le dio la gana.
Así que, si ahora, la UIF busca ene mil transas que pudieron suceder durante el sexenio pasado, sería conveniente que investiguen a Alejandra Lagunes, quien no hizo nada en su puesto: México sigue en pañales en cuanto a digitalización. Manejó la imagen del presidente en las redes con los pies. Que intentó manejar miles de millones de dólares de todos los presupuestos de todas las dependencias de gobierno y todo le salió mal.
No es posible que las autoridades se crucen de brazos ante el tufillo de corrupción que despide la santa señora. A ella no hay que sacarle sus trapitos al sol: son sábanas y todo el mundo lo sabe.