No se crean ustedes: eso de estar encerrados tiene también sus ventajas. Puede uno hablar, desde la comodidad de su casa, con toda aquella parentela que, por lo común, solo vemos cada corpus y San Juan, en la boda de algún sobrino o en Navidad… ¡se lleva uno cada sorpresa!
Como yo, que no queriendo, no queriendo, cuento ya con más de 50 sobrinitos en edad de escuela primaria, a quienes hacía mucho no veía y que, ahora, que me los encontré vía teleconferencia, los vine a encontrar, más que llenitos, gordos. Notablemente obesos, diría yo. Y es que, me dicen las mamás, como el niño no está yendo a la escuela, ni a un club deportivo, ni a otras actividades, se para temprano y ve la televisión. Y luego ve la televisión. Y por la tarde ve la televisión.
Y, mientras tanto, come, come y come. Tanto comida sana, que saca del refrigerador, como comida chatarra que las mamás, por comodidad, compran casi a diario en la tiendita de la esquina. Lo que trae a mi memoria el hecho irrefutable que Sabritas, quien hace la peor publicidad de México, no se ha preocupado ni lo más mínimo por implementar un programa preventivo al respecto. Y Televisa por lo consiguiente: continúa instalada en la total mediocridad. Por que la culpa no es solo de la comida, sino también de la gente que no sabe comer. Empezando por las madres que nunca aprendieron lo que es una dieta balanceada.