Con más de 90 años de edad, más de 70 de los cuales los ha dedicado a la docencia, el maestro Miguel Hisi Pedroza es toda una leyenda viviente en el ámbito de la comunicación en español en el mundo. Y retirado de las labores profesionales, pero no de seguir estudiando y aprendiendo: el maestro Hisi ha tomado ahora la ejemplar decisión de donar su biblioteca al Consejo de la Comunicación con el propósito de que este último ubique físicamente esos libros y archivos en el lugar que más convenga, dentro de alguna universidad, a fin de que las nuevas generaciones de estudiosos puedan consultarlos cuando así lo requieran.
Hablamos de más de cinco mil volúmenes todos debidamente registrados y catalogados, incluso con sus sendas fichas bibliográficas, más una veintena de archivos, con muchas piezas impresas o decenales como revistas, conferencias, artículos y demás. Dado que una cosa conlleva a otra más extensa, dentro de la colección se encuentra también muchos otros libros de lingüística, filología y otras de comunicación tanto verbal como escrita.
Incluso hay varios volúmenes en griego, que no tienen ni la UNAM ni la Biblioteca Nacional, que quien esto escribe tuvo la oportunidad de hojear junto con otras obras en náhuatl, otomí y otras lenguas autóctonas… ¡y ni qué decir de la publicidad! Ahí me vine a encontrar con un ejemplar, en perfectas condiciones, de aquel celebérrimo libro “Confesiones de un publicista” de David Ogilvy, que se publicara a fines de la década de los sesentas del siglo XX y que no se ha vuelto a editar con tanta propiedad: hay otras versiones, pero con una traducción pésima.
En fin, que toca ahora al Consejo de la Comunicación, que dirige Salvador Villalobos, el tomar la estafeta para llevar a la Biblioteca Miguel Hisi Pedroza, a la que desde ya podemos titular así, a un recinto digno, en el que todos podemos beneficiarnos con tanta sapiencia. Huelga decir que la universidad que la reciba de inmediato se va a ir a los cuernos de la luna porque toda la comunidad de la comunicación en México le va a ubicar en un sitio envidiable dentro de nuestra geografía. Y convendría, se me ocurre, que cualquiera que sea esa institución, aproveche la llegada de esos libros para abrir el estudio, opcional, de una catedra de “Biblioteconomia y Archivonomia” que ya urge.
Urge porque, así, se constituirá el Centro de Documentación Histórica de la Comunicación Comercial y Comunicación Social de México, que inicia con el acervo del Maestro Hisi, pero que puede ir recibiendo otros donativos a lo largo del tiempo… ¡en hora buena!