Es obvio que, cuando no se tiene educación, es más fácil ser corrupto. Esa es la miopía que estamos padeciendo con la 4T. Los señores pecan de ignorantes, empezando por el propio presidente, que escribe e incluso habla con faltas de ortografía. Y así, sin el más mínimo descaro, Morena se lanzó a decir que ya subió el salario mínimo… ¿y quién me lo va a pagar… qué no era mejor, primero, luchar porque haya más empresas?
Quienes nos dedicamos a la saludable práctica de la crítica de campañas estamos ya relamiéndonos los bigotes ante el inminente banquete que se nos avecina con las próximas campañas intermedias a las que, con tal de ganarlas, AMLO le está echando todos los kilos. Desde luego de manera fraudulenta aunque él no lo reconozca… ¡porque decir mentiras es también una forma de corrupción!
Y si mentir es engañar, entonces la corrupción principia en el autoengaño: si a mí mañana me nombran Secretario de Salud, por ejemplo, sería falta de honestidad de mi parte el aceptar un puesto para el que no estoy bien calificado. Entonces, López Obrador se ha engañado a sí mismo toda su vida al creer que puede ser presidente porque no está calificado para ello.
Pero como él se engaña, al llegar al momento de encarar a los problemas se limita a dar un diagnóstico por encimita y listo. Porque si la solución es elaborada, el señor simple y sencillamente ignora la dificultad: eso es lo que está pasando ahora con la campaña de vacunación anti-COVID, que es un verdadero caos de pies a cabeza porque el gobierno no sabe planeación, no sabe estrategia y no conoce de organización.
Cómo extraño aquellos gloriosos años neoliberales en que a uno le decían “vaya a vacunarse a su hospital o centro de salud más cercano”. Y listo.
Moraleja: no creamos la mentira de que AMLO es popular. Esos son los resultados de sus “consultas” que nadie cree.