Ahí como me ven de fifí, mis queridos lectores, soy de los que viaja con frecuencia en el S.T.C. Metro de la CDMX. Me gusta darme mis baños de pueblo para, después, compartir la realidad con los amigos… ¡porque vaya lo que ahí se ve!
Se ve, se oye y se huelen cosas fuera de “los otros datos” que a diario nos presenta la 4T para hacernos creer que todo está de maravilla… ¡y para nada!
Así, por ejemplo, en la estación Nativitas de la Línea 2 de ese sistema se subió al vagón un anciano de más o menos 80 años, flaco y demacrado. Su ropa, aunque humilde, lucía limpia y bien planchada. Lo más triste es que el sujeto usaba muletas y con trabajos caminaba encorvado. Y se paró en medio de la gente y dijo:
“Mis hijos me echaron de mi casa. Soy diabético, Hace algunos meses me caí a las vías del Metro y un tren estuvo a punto de atropellarme: uno de mis pies quedó bajo las llantas. No tengo seguridad social ni a dónde ir: lo que ustedes puedan darme me ayuda mucho”. Insisto, el señor se veía en las últimas.
Después de que él se bajó, como si hubiera sido en un escenario teatral, por la misma puerta que salió el primer conferencista entró un hombre joven, fuerte y bien vestido, de más o menos 40 años, diciendo: “perdón por la molestia pero no tengo quién me preste 300 pesos… ¡ ayúdenme, por favor! Esa cantidad es la que necesito para sacar al cadáver de mi hija del hospital en donde recién falleció hace unas horas. No tengo manera de conseguirlos en otro lado y por eso vengo a pedirles una caridad. Lo que puedan darme es bueno”.
A esas alturas del recorrido del Metro yo ya tenía que bajarme y pensé… ¿cuál será la siguiente historia?
Cualquiera que haya sido, lo cierto es que la situación está cada día más difícil y ya no hay lugar para la caridad en la sociedad mexicana… pero AMLO tiene “otros datos”.