Antes de proceder a narrarles los pormenores de tan suculenta historia, pido a todos mis lectores el que hagan un ejercicio creativo y traten de imaginarme, a mí, actuando en una de esas películas en donde un testigo dice: “juro decir la pura verdad y nada más que la verdad”. Y sale y vale.
Hace más de 15 años que desde España llegó a México un editor de revistas trayendo también la idea de un concurso de creatividad publicitaria, de carácter médico.
El baturro se llama Ángel Bosch y el certamen El Áspid. Y como el proyecto lucía bien estructurado y mejor presentado, pa´pronto que los anunciantes y agencias de esa especialidad se inscribieron en él y enviaron sus materiales a concurso pagando para ello una buena lanita… ¡y en euros!
Pero, oh decepción, desde las primeras de cambio se echó de ver que Angelillo era un improvisado en eso de organizar concursos: todo le salía mal y a él solo le interesaba el billete, (que recibió a raudales durante más de una década).
Y, lejos de mejorar, la desorganización crecía año con año, por lo que primero el público asistente y luego los participantes empezaron a sospechar que algo andaba mal. Porque, aparte de que el día de la premiación todo salía mal, tiro por viaje recibían “premios” trabajos y campañas que incluso ni siquiera se habían escrito a concurso.
¿Datos concretos? Con gusto citamos a uno de ellos, solo uno: el Sr. Bosch jamás, nunca, contrató a un conductor profesional para la entrega de los trofeos correspondiente, siempre recurrió a alguien de “los amigos”, a quienes escasos minutos antes de la cena del caso entregaba la lista de triunfadores plagada de garrafales errores, que se cometían ante el pleno del público con la consiguiente burla de todos. Pero Angelillo nunca quiso pagar de sus ganancias a un profesional: es más, todavía en el 2018 el señor se aventó la puntada de poner como conductor a su hijo de 18 años quien, lógico, nomás no la hizo.
Ante tantos ridículos públicos, anunciantes y agencias se fueron retirando poco a poco. Y el Áspid se hubiese acabado de no ser por algunas agencias, muy pocas, que descubrieron que a ciertos anunciantes les place mucho ganar premios para una campaña publicitaria. Y ganar, así, refuerza mucho la relación anunciante-organización, aunque sea a base de mentiras.
A estas alturas del partido cabe señalar que, para variar y como siempre, El Publicista fue el único medio que dio un seguimiento puntual a los ridículos y desfiguros del Áspid-Ángel Bosch. Y lo hicimos solo por un cierto tiempo porque, después del quinto fracaso, el certamen dejó de ser noticia.
Fueron tantas y tan continuos los desvaríos de Angelillo y su NO-equipo que al final solo una agencia siguió inscribiendo materiales, siempre a granel.
Se trata, porque sigue, de Asesores en Prensa y Comunicación, que comanda con mano de hierro la Sra. Esther Luiselli Bacuzzi.
A ella yo la conocí hace ya muchos años, hicimos juntos no pocos proyectos y siempre pude comprobar de que su agencia era una empresa seria y de gran profesionalismo: de hecho, APC fue durante bastante tiempo la agencia más importante del país en su categoría. Y con una interesante característica: que nunca cerraba. Estaba organizada en turnos para servir a sus clientes 24 por 7.
Si me permiten una opinión a Esthercita se le fueron las cabras y nunca pensó, en su relación con el Áspid, que iba a pasar lo que finalmente sucedió: que en las últimas ediciones APC era la agencia que más ganaba porque era la que más materiales inscribía. Sin mencionar el peso económico que le daba también esa situación y que la señora uso en repetidas ocasiones para que se “premiara” a quien no lo merecía. Se llegó a dar el caso que, de 32 trofeos entregados en una de las tantas ceremonias de premiación del Áspid, 30 fueron para Asesores en Prensa… ¡zapato!
Ante tal incongruencia, en octubre de 2018, la propia Esther Luiselli me citó en sus oficinas para decirme lo siguiente:
- “Ya me tiene harta Ángel Bosch con sus errores y equivocaciones: en las últimas premiaciones del Áspid, al señor se le olvidó hacer trofeos y simplemente no entregaron estatuillas a los ganadores… ¡y yo le llevé más de 30 de mis clientes, anunciantes con los que quedé en ridículo! Te pido entonces a ti, Antonio Delius, que publiques esa burla para que todo México se entere de lo malhecho que es ese señor”- me dijo doña Esther visiblemente alterada.
En esta parte de la historia, y ya que estamos en el terreno de las confidencias y de las verdades, debo de confesar que a mí me traicionó la ambición y me dije a mi mismo:
“Mi mismo, aquí hay posibilidades de un negociazo. Ya el Áspid se encargó de ablandar al mercado, pero ya se lo cargó patas de cabra por lo que, tarde o temprano, va a haber la necesidad de que alguien más organice, pero bien, uno similar… ¡éntrale tú!”- me dije.
Y me dejé llevar por el entusiasmo y me solté hablando.
De nada va a servir echarle más leña al fuego cacareando lo que ya todos saben.
Es mejor que exista una opción, uno o varios concursos similares. Yo puedo organizar uno, para el 2019, donde todo salga bien como debe de ser…
Solo que, para ello, necesito que tú me apoyes inscribiendo, el año que entra, los casi 100 materiales que mandas a concurso cada año… -“dije a lo güey”.
Huelga decir que a Esthersucha la idea le pareció genial, me ofreció el oro y el mazo, me prometió el cielo y las estrellas y yo me lancé como el gorras. Invertí todos los últimos meses del 2018 en preparar las bases y toda la parafernalia necesaria, a lo que ella dio su Vo.Bo. en 2 ó 3 juntas posteriores y El Ajolote se lanzó en enero de 2020… y nunca más volví a saber de la Sra. Luiselli.
Se la tragó la tierra. Jamás volvió a responder mis cartas o llamadas y nunca estuvo las muchas veces que la fui a buscar sus oficinas de la colonia Nápoles. En un principio sospeché que le dio miedo apoyar mi proyecto por las posibles represalias de Ángel Bosch. Así lo entendí y la dejé en santa paz.
Por obvias y pandémicas razones El Ajolote 2021 se canceló y todo pareció caer en el olvido… hasta que, en octubre del 2021 mis redes sociales se saturaron al recibir infinidad de fotos del evento de “premiación” del Áspid 2021. Fueron no pocas fotos en donde se veía a una Esther Luiselli notablemente más que repuesta, emperifollada hasta con la mano del metate y recibiendo obviamente un bonche de “premios” para APC.
El evento, luego nos platicaron, se llevó a cabo en el Piso 51 (donde Bosch tiene una acción) ante un reducido público de no más de 60 personas, la mayoría anunciantes a los que se engañó haciéndoles creer que su publicidad había ganado un premio por así convenir a los intereses de la Sra. Esther Luiselli, APC y desde luego Ángel Bosch.
Al ver esas fotografías me cayó el veinte: Esthercita ya no apoyó al Ajolote por miedo a que se le descubriera su juego ya que, al ser APC la agencia que más le invertía al concurso en turno, corría el riesgo de no ganar a la buena. Porque, aunque le metiera mucha lana, en otra cancha la competencia seria pareja y con ello la posibilidad de perder eran muchas. Porque así que uno diga qué bárbaro, que buenas ideas tiene APC, pues no. y ese balcón la Sra. Luiselli no podía permitirlo.
Así que, ávida y necesitada de premios ante sus nuevos clientes para presumir que ella era mucha pieza, prefirió exhibirse en su papel de compra-premios. Pero eso del eventillo en cuestión no se volvió a saber nunca más, los medios no publicaron nada y aquí se rompió una taza.
Lo cual, desde cualquier punto de vista, es un engaño para los anunciantes que creyeron en doña Esther y compañía, pagaron una cena a precio de oro y se presentaron a recibir un trofeo cuya entrega, dadas los antecedentes ya planteados, puede presumirse como arreglada en lo oscurito.
Lo dicho: hay mujeres a las que su vanidad las pierde. Que son desechados de virtudes en otros muchos múltiples aspectos, pero que son capaces de todo con tal de sentirse el centro de atención. Su vanidad las pierde como en este caso… ¡Lástima Esthercita!
Esther Luiselli y Ángel Bosch con una de sus víctimas: un anunciante al que le hicieron creer que la campaña, que le hizo APC, había “ganado” un premio.
Este señor, Carlos Bustamante, es uno de los comparsas de Bosh. Carlitos lleva más de 15 años como “presidente” de la asociación de agencias (un membrete) en el que Angelillo lo puso.
Ella es ahora Esther Luiselli, directora de Asesores en Prensa y Comunicación (APC).