El pasado 7 de junio falleció Eduardo Vorhauer. En menos de un mes, se han ido tres: Alfredo Gandur, Joaquín Fernández y ahora Eduardo Vorhauer. Siento que cada vez somos menos.
Eduardo Vorhauer Imhauser empezó su carrera desde abajo, siempre en el área de servicio al cliente. Yo lo conocí en Panamericana Ogilvy & Mather haciendo mancuerna con Alfonso Escobedo. De ahí pasó a Young & Rubicam, a donde llegó como supervisor de cuentas y llegó a ser director general.
La agencia estaba en la Col. Anzures, justo en la calle de Leibnitz y frente a la cantina de La Diana Cazadora. Eduardo era, ante todo, “uno como nosotros”. Alguien que había recorrido con éxito todo el escalafón de las agencias de publicidad y, por lo mismo, sabía lo que costaba hacer las cosas y en cuanto había que venderlas.
Ello le valió al Sr. Vorhauer el cariño y el respecto de su gente. Más no de su corporativo: en uno de los muchos berrinches de los que acostumbraba Sabritas, Eduardo defendió el trabajo de la agencia. Las cosas llegaron hasta Nueva York y el anunciante amenazó con retirar su cuenta si no despedían a Vorhauer.
Como era de esperarse, el hilo se rompió por lo más delgado. Solo que Vorhauer negoció una liquidación tan espléndida que se pasó dos años sin trabajar. Y cuando regresó, por respeto al convenio que había firmado, nuestro amigo prefirió el lado del medio y entró a El Universal, diario al que sirvió por más de un cuarto de siglo como director comercial y en el que hizo maravillas.
Si El Universal es hoy el mejor diario de México, en sus versiones impresa y digital, ello se debe mucho a la excelente labor de Eduardo Vorhauer. Quien supo cambiar de la agencia al medio con éxito: porque siempre mantuvo alejado uno del otro, pero sin descuidar a nadie.
Descansa en paz amigo.
Fue un valiente que supo ser fiel a sus principios y eso, en publicidad, vale mucho. Que Eduardo tuvo razón nos basta con ver lo mal que está ahora Sabritas.