Yo lo conocí al principio de la década de los ochentas del siglo pasado, como operador de consolas de radio en HMG, un estudio de grabación de audio que pertenecía a Don Héctor Manuel Gutiérrez, su tío materno. En la época en que los principales estudios de audio estaban en el centro de la ciudad, alrededor de la Alameda, por lo que había que ser muy bueno para sobrevivir en medio de tanta competencia. Eso lo entendió muy bien el Sr. Gutiérrez quien, a la primera oportunidad se llevó a su sobrino, el hijo de su hermana, Arturo Grande Gutiérrez como aprendiz de audio.
Y el muchacho salió tan bueno que muy pronto se convirtió en el jefe del área de HMG, que contaba con tres salas de producción más un taller de reproducción, capaz de producir cientos de copias, para otras tantas radiodifusoras, en un poco rato. La empresa se encontraba en Juárez y Balderas, en el mismo edificio de El Gran Disco, la que era en esos momentos la mejor tienda de discos de la ciudad.
Recuerdo que, en una ocasión, Don HMG me dijo: -“El estar frente a la mejor discoteca de México y el servir el mejor café a nuestros clientes, son dos de las principales razones del éxito de mi negocio…”.-
A lo que yo añadiría el tener como jefe de producción a Arturo Grande, que todo lo hacía rápido y bien. Y que aprendía pronto, además. Porque cuando el video empezó a vislumbrarse como el sistema siguiente en la producción de contenidos, HMG invirtió fuertes cantidades en esos equipos, que Arturo Grande aprendió a operar de volada para de inmediato incorporarlos a la cadena productiva de la compañía. Así pasaron no pocos años y felices días hasta que un buen día el tío se retiró, invirtió sus ahorros, (que para nada eran despreciables), en un rancho en Querétaro y medio traspasó la empresa a Arturo Grande y sus hermanos, quienes abrieron un estudio chiquitito en la calle de Praga, muy cerca de la Zona Rosa.
Ya eran los noventas y, aprovechando que McCann Erikson Stanton, una de las agencias más grandes de México, que manejaba la cuenta de Coca-Cola estaba sobre la Avenida Chapultepec, enfrente de los Arcos, muchos estudios de producción se cambiaran para allá. Pero, de entre todos ellos, solo Producciones Grande vendía audio y video en un mismo lugar, con lo que la empresa inició con el pie derecho y así se siguió. Tanto que, a la primera oportunidad, se cambió ya sobre la propia Av. Chapultepec, con lo que, en cualquier emergencia, podía uno salir corriendo de la agencia, llegar al estudio con tan solo dos o tres pasos, producir de volada y regresar, rapidísimo, ya con el encargo bajo el brazo: el buen servicio y la eficiencia de Arturo Grande y sus hermanos así lo permitían.
Con la filosofía de estar siempre a la vanguardia, Producciones Grande continuó invirtiendo y trayendo a México, de manera invariable, lo último en tecnología… que no siempre cabía en un huevito. De ahí que la compañía terminó por cambiarse a Polanco, a la calle de Goldsmith 225, en la que fuera primero la casa de los padres del Colegio Patria y después la agencia de Don Ignacio Arellano, donde aún permanece.
Ahí se instaló, en un gran salón, la que fuera la primera pantalla HD en México, que vino a armar de pe a pa la propia división tecnológica de Lucas Films: si la memoria no me falla, la dichosa pantalla debe llevar funcionando al menos 20 años ya, pero sigue tan vigente como el primer día gracias a que Arturo y su gente jamás dejaron no solo darle el mantenimiento del caso sino, además, irle incorporando al equipo original todos los adelantos que la tecnología genera a cada rato.
Con esa filosofía basada en un buen servicio respaldado con la mejor tecnología, Producciones Grande logró conquistar -y conservar- una envidiable clientela entre la que destacan Coca–Cola, (ellos fueron quienes trajeron a México los ahora célebres osos y focas con los que esa marca celebra la Navidad), Paramount, Netflix y un sinfín de otras marcas comerciales. Al punto, cabe aquí destacar la labor que Producciones Grande lleva desarrollando desde hace varios años para el corporativo de Disney, que le ha valido ser uno de los pocos proveedores, en el mundo, para toda la post–producción de los contenidos en español que esos estudios generan.
Para ello la casa matriz envía, vía satélite, los masters de imagen y efectos sonoros, Grande graba aquí las voces necesarias con los actores que hagan falta, arma totalmente la primera copia y vuelve a enviarla vía satélite a Disney quien se sigue con la distribución mundial: si tomamos en cuenta el que, por el crecimiento demográfico, el español es ya el segundo idioma que más se habla en el orbe, apenitas detrás del chino, podemos darnos cuenta de la gran importancia y trascendencia de la labor que Producciones Grande, ha llevado a cabo, a favor de esta industria en México, desde hace décadas.
Siempre he creído que hay algo cabalístico e incluso mágico, en las personas que fallecen en los últimos días de cada mes: me parece que el destino, al darse cuenta de la valía de esa gente, se los lleva cuando han concluido con su labor en forma plena y correcta. Al menos así ha sido el caso de Arturo Grande: que descanse en paz.