El pasado día 10/12/2020 falleció Fernando Flores Fregoso a una edad indefinida: con él se va una de las más grandes lumbreras que tuvo la publicidad mexicana en su aspecto docente. Nació maestro, nos enseñó durante toda su vida y nos legó un tesoro inmenso: el compartir lo que sabemos con los demás.
Yo lo conocí en 1968, año en que ingresé a la entonces Escuela Técnica de Publicidad (ETP), con el propósito de hacerme publicista algún día. Y, aunque el primer año de la carrera no fue mi maestro, recuerdo que me llamó mucho la atención del que era en aquel entonces el profesor Flores (a) “Fiorelo”. Me fijé en él porque su facha era la de un personaje salido de la película de “El Submarino Amarillo” de Los Beatles: con traje a rayas, con sacos de solapas anchas y pantalones acampanados y con una greña por demás peculiar. Y sobre todo con unos lentes redondos que le daban la apariencia de un pajarraco. Se parecía más bien a Ciro Peraloca, aquel genial personaje de las historietas de Walt Disney… ¡pero qué maestro!
Fernando dominaba todas las materias que se impartían entonces en la ETP, todas, y podía impartirlas de forma impecable ante un auditorio, de nosotros, sus alumnos, que babeaba escuchando sus enseñanzas. A mí me tocó la fortuna de que me diera varias materias, tres o cuatro de ellas, por entero distintas, pero a cual más de interesante. Recuerdo con particular interés la asignatura de “Publicidad Exterior” donde aprendí, en 1969, el 90% de lo que aún sé de ese medio. Y aún creo saber más que muchos de mis colegas.
Y viene a mi memoria el día en que Fernando nos llevó a clase una prueba fina de un anuncio exterior de Cigarros Murati para que entre todos los educandos lo pegáramos en una de las paredes del salón de clase y aprendiéramos así cómo, en esos tiempos, un anuncio se imprimía en módulos.
Pocos años después, cuando me gradué de la ETP, Flores Fregoso me llevó a colaborar con él a la Escuela Superior de Comercio y Administración (ESCA) para impartir la materia, yo, de Publicidad, en una carrera, la de Licenciado en Relaciones Comerciales, que él (FFF), diseñó en un 90% y que sigue siendo el pilar más importante de la especialidad de la comercialización en México.
Eran los años de la época de la publicidad mexicana y Flores Fregoso era uno de los auténticos rockstar del momento: ganaba como príncipe y gastaba como tal. Tuvo cuantas mujeres quiso y se paseó por todo el mundo a cuerpo de rey. Vestía como un fifí y a todas las enamoraba por su fácil labia y amplia cultura.
Algunos años después, cuando yo ya tenía mi propia agencia, Flores nos dio a manejar la cuenta de Mueblerías Villareal, una cadena avecindada en el norte del país, para la que hicimos maravillas, en cuanto a ventas e imagen, auxiliado por el genio de Luis Manuel Pelayo.
Y así, siempre con múltiples aventuras, continuó nuestra relación durante más de 50 años a lo largo de los cuales nunca tuve un momento aburrido junto a mi maestro: sin exagerar, en función de lo que de él aprendí, podría ahora afirmar que Fernando Flores Fregoso fue una especie de segundo padre. Uno de varios, porque a todos mis ex-maestros de la ETP, podría ahora calificarlos de igual manera. Esa fue una gran escuela y creo que es el momento de así recordarla.
A últimos años, sin duda como una atención a este servidor, Fernando Flores aceptó ser instructor y maestro de ceremonias en el Tótem durante no pocos años: si ese certamen es ahora lo que es sin duda se lo debemos en mucho también a FFF.
Como todos los grande pícaros, al final de su vida Flores Fregoso fue un gran arrepentido: durante los últimos diez años el señor y yo adquirimos la sana costumbre de juntarnos a desayunar al menos una vez por semana. Y siempre, siempre, siempre, rezábamos él y yo, tomados de la mano, para dar gracias al señor por el pan de ese día, (los dos ladrones arrepentidos en el Gólgota).
Podría contar fácil mil anécdotas respecto a mi querido maestro, pero ahí les va una, muy original: FFF nació durante la Guerra Cristera y por eso no lo pudieron registrar de inmediato. Las iglesias y las oficinas de gobierno estaban cerradas. Así que, siete u ocho años después, cuando al fin pudieron hacerlo, en el Registro Civil lo pusieron como si hubiera nacido ese día. Por lo que siempre presumió de seis o siete años menos. De acuerdo a documentos oficiales, Fernando falleció a los 85… ¿tendría 93? La verdad nadie la sabe.
Lo que sí, que fue un enamorado de la vida: siempre alegre, con un gran y muy constante sentido del humor, (a cada segundo hacía un chiste) y por siempre entusiasta de las mujeres bonitas. Yo le conocí cuatro esposas y con todas tuvo hijos: ya se está conformando la asociación mexicana de hijos de Fernando Flores (AMHFF).
Y un recuerdo imperecedero: en su clase de publicidad exterior, el maestro Flores Fregoso acostumbraba poner a sus alumnos una tarea consistente en realizar un anuncio para dicho medio. Tarea en la que, de forma invariable, las calificaciones más destacadas las obtenían las mujeres. Esa calidad a ojos visto y ni para qué discutir. Y el maestro siempre nos decía: “ésta es una prueba más de que las mujeres son, siempre, más absolutas en sus juicios que los hombres. Por lo mismo, aunque nos duela, son siempre más creativas”, (chin).
Descanse en paz el amigo, el maestro, el bon vivant.